Lo que orientó u originó esta experiencia fue la
repetición de ciertos errores de ortografía y problemas de expresión textual
que presentan los escritos de mis estudiantes, es decir, el traslado del modo
de escribir en los espacios virtuales y celular al ámbito académico.
En
la primera clase de la puesta en práctica de este proyecto áulico se hizo una
revisión global acerca de los textos periodísticos de opinión: las características
generales de esta tipología textual, su estructura, el tipo de trama y la función
del lenguaje predominantes, los recursos o estrategias argumentativas y los
diferentes tipos de textos argumentativos.
Había
solo algunas netbook, así que
debieron organizarse en grupos.
En
relación con el tema desarrollado, les indiqué con qué material contaban en el
escritorio del alumno.
No
pudieron conectarse a Internet. Una de las estudiantes había llevado un modem,
dispositivo que nos fue de gran utilidad. Otros se conectaron utilizando sus
celulares.
Una vez que fue solucionado el inconveniente
de conexión, seguidamente se pasó a la creación de un grupo cerrado en una red
social, Facebook. Los estudiantes eligieron
esta red social, por ser la más frecuentada por ellos y la que manejan con
mayor facilidad. Fue sorprendente el entusiasmo que manifestaron con esta
última actividad. Parecía haber dicho palabras mágicas: “grupo”, “red social”,
“Internet”.
Eligieron
el nombre del grupo y de inmediato comenzaron a enviarme la solicitud de amistad
para que yo los agregara. Les agradó tener un grupo solo para ellos.
Luego,
ya en casa, en el grupo recientemente creado por ellos, “Esto también es
literatura”, les subí algunos ejemplos de textos argumentativos para que los
leyeran y se familiaricen con este tipo de texto. Les dejé como primera tarea
leer los ejemplos propuestos y subir otros. Horas más tarde, la gran mayoría ya
era parte del grupo y comenzamos a interactuar.
Pronto
subieron ejemplos de textos argumentativos y algunos, además, aportaron
material de lectura afín con la temática desarrollada.
Me
sentí satisfecha al ver que los estudiantes habían adoptado favorablemente la
propuesta. A medida que iban haciendo sus aportes solicitaban mi corrección o
aprobación, por lo que tuve que estar atenta a los comentarios o posteos que
realizaban en el grupo. Se pudieron leer bromas que se hacían entre ellos, por
ejemplo: “Está mal lo que subiste jajajaj”
En
la clase siguiente conversamos acerca de los textos que debieron leer y sobre
los que ellos aportaron. Les realicé diferentes preguntas que fueron guiando el
diálogo. Luego leyeron un texto periodístico de opinión que les llevé. En él
reconocieron la superestructura de esta tipología textual y las estrategias
argumentativas utilizadas. Les costó muchísimo identificar los recursos.
Después,
debieron elegir o pensar en algún tema (o problemática) sobre el que les
interesara opinar. Podían tomarlo de los textos leídos en el grupo o de los
publicados por ellos.
Una
vez que eligieron y definieron el tema, debatieron ideas, idearon la tesis,
determinaron argumentos a favor y en contra de esta, y escribieron un posible
título para sus textos.
Posteriormente,
optaron por un tipo de texto argumentativo; algunos escogieron una carta de
lectores y otros, un artículo de opinión.
En
la clase siguiente, es decir, en la puesta en práctica de las actividades
planificadas, los estudiantes tomaron lo que tenían armado previamente y
comenzaron la escritura del texto argumentativo. Se organizaron de acuerdo a
los grupos predeterminados (tres grupos, dos de seis integrantes y uno de
cuatro). Se conectaron en red, en el aula, y les pasé el archivo con las
consignas. Luego prefirieron ir a trabajar al patio, donde se les explicó lo
que debían hacer y comenzaron la tarea de escribir. Recorrí los grupos,
orientando su trabajo. Se los notó interesados. Deliberaron entre ellos,
consultaron dudas y solicitaron ayuda para “armar” lo que deseaban escribir.
Planificaron
sus textos, escribieron borradores. Cada integrante tenía la copia de lo que
iban produciendo grupalmente e iba realizando su aporte. De esta manera se vio reflejado el trabajo
colaborativo. Más tarde comenzaron con las correcciones necesarias, para lo
cual utilizaron un procesador de textos: Microsoft
office Word.
Como
no alcanzó el tiempo de la clase para que terminara de corregir los textos
producidos, quedamos en que me los enviarían por Facebook. Y así lo hicieron. Leí sus escritos, les sugerí
modificaciones y se los reenvié para que realizaran una nueva versión.
Todo
lo trabajado hasta el momento lo fueron registrando en un documento Microsoft office Word y guardando el
archivo en sus computadoras personales, en una carpeta destinada para la
materia.
Una
vez que el texto estuvo corregido definidamente, pudieron publicarlo en el
grupo cerrado.
Luego,
gracias a las herramientas del programa Microsoft
Office Power Point, realizaron una presentación más atractiva de la versión
final de sus textos y, con la asistencia de un proyector, la compartieron con
sus pares. Se percibía cierta vergüenza o timidez en alguno de ellos y en
otros, ansiedad por mostrar sus trabajos. Al finalizar cada exposición grupal,
los que escuchaban aplaudían a sus compañeros.
De
esa manera produjeron colaborativamente un texto argumentativo, y todo esto no
hubiera sido posible sin sus asistentes personales. Todos se esmeraron en
lograr producciones coherentes, adecuadas, correctas y atractivas.
Se
los felicitó y alentó. Muchos se sintieron orgullosos de lo que habían logrado
con el aporte de todos los integrantes del grupo.
Para
que sus trabajos no quedaran solo en el aula y para que estas actividades tengan
real sentido, además de todo lo realizado hasta el momento, sin la necesidad de
planteárselo, ya que ellos me interrogaron acerca de lo que iba a hacer luego
con sus textos, decidimos (como ya estaba planificado) idear una publicación de
sus producciones y compartirlas con los demás cursos de la institución escolar.
Pues habían logrado textos de opinión muy interesantes y dignos de ser socializados
con la comunidad educativa.
Ninguno
de los grupos manifestó estar en desacuerdo, la gran mayoría se entusiasmó
rápidamente con la propuesta.
El
propósito de esta iniciativa fue intentar acortar la brecha entre las TIC y las
actividades escolares. Y lograr, fundamentalmente, que nuestros estudiantes se
conviertan en escritores hábiles o competentes de escritos académicos. Para lo
cual debieron tener en cuenta las normas ortográficas y gramaticales de la
lengua, y adecuar sus escritos.
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